jueves, 9 de febrero de 2017

Una preselección para los próximos 5 años

Una de las labores de los historiadores es la de localizar los problemas que caracterizan a las sociedades tanto pasadas como presentes, y entender por qué los mismos suceden. También es labor del historiador proponer soluciones perfectamente estructuradas para los citados problemas, en base a un estudio de las posibilidades de cada uno, y siempre en contextualización con su entorno. Es decir, no solo hay que decir que a unos les va bien y a otros, en cambio, les va mal. Hay que explicar por qué a unos les va bien, y a otros les va mal. Por eso, este formato de preselección pretende resolver todos los males endémicos de España, adaptando aquello que nos pueda servir de otras preselecciones, y generando puntos atractivos que le permitan a España remontar el vuelo en el Festival de Eurovisión. Y es que tras las declaraciones de Toñi Prieto en el pasado Spain Calling, queda claro que ella no sabe de qué va esto. Y como ella no lo sabe, vamos a explicárselo.

Señora Prieto: le dejo aquí un formato de preselección para los próximos cinco años. No hace falta tocar nada. No hay que ir cambiando cosas año tras año. No. Le dejo todo bien preparado y cocinado. Es más, se lo dejo gratis. Para usted entero. Bueno, para usted no: para el equipo delegado para llevar a cabo el mencionado proyecto. Usted siéntese y disfrute, sueñe con Eurovisión. Dejémonos de tonterías, que ya es hora de ganar Eurovisión de una vez.

Esta preselección está diseñada para ser desarrollada en cinco años porque, como bien nos ha enseñado la Historia, los cambios ofrecen resultados en un plazo mínimo de cinco años. Por eso, y para empezar a renovar la imagen de Eurovisión en España, para volver a luchar por puestos altos, hay que sentar una base para terminar de despegar. No, yo no tengo la fórmula para ganar Eurovisión: nadie la tiene. Pero sí que tengo la fórmula para poder luchar por Eurovisión: el trabajo. Y un trabajo continuado, además. Por ello, planteo esta preselección basándome en los siguientes cinco pilares:
  • Planificación: ¿qué hace falta para tener buenos temas en una preselección? Tiempo para crearlos, y una plataforma lo suficientemente interesante para que puedan usarla a la hora de promocionar esos temas. Y eso, evidentemente, es responsabilidad directa de la televisión pública. Lo primero tiene fácil solución, ya que basta con anunciar todas las fechas con el suficiente tiempo. Y lo segundo, pues también, ya que simplemente hace falta echarle ganas y planificar un espectáculo televisivo, y no un esperpento que no atraería ni a gente sin ojos ni oídos.
  • Rentabilidad: cuando hablamos de rentabilidad, no solo hablamos de rentabilidad para la televisión pública. Al buscar que el Festival de Eurovisión sea un complemento a la preselección, y no al revés (o un “mero trámite”), queremos focalizar todos nuestros esfuerzos en lograr una serie de candidaturas que sean totalmente competitivas y, si es posible, de estilos diversos. El idioma y el cantante son lo de menos: cuando un tema es un hit, triunfa. Además, unido a esto, buscamos un formato que resulte atractivo tanto televisivamente como para atraer a potenciales patrocinadores que financien parcialmente el evento (caso que no es único en Europa, que seguro que todos tenemos en mente casos como el de Malta). Y todo va, en consecuencia, unido: un mejor show atrae a mejores temas, atrayendo mayor repercusión y, finalmente, mayor beneficio económico.
  • Obtención de resultados: generalmente, hay dos formas de conseguir resultados. La primera, evidentemente es por pura suerte; la segunda, en cambio, es mediante el trabajo. Con esta propuesta apostamos por esta última fórmula, buscando un formato de selección que base su éxito en candidaturas perfectamente trabajadas y terminadas, que plasmen en escena una actuación pensada para llevar a Eurovisión sin apenas modificaciones. Si los pasos se dan en la buena dirección, los resultados terminarán llegando solos, y por tanto España volverá a los puestos de honor en los que lleva más de una década sin estar.
  • Éxito: el único y principal objetivo de este formato es lograr el éxito. Éxito en Eurovisión, en materia de resultados; pero también éxito musical, en forma de números uno en las listas de ventas. Conseguir canciones que suenen en el panorama musical español, y trasladarlas al panorama musical europeo, es la fórmula a seguir para poder conseguir temas que gusten en el Festival. ¿Por qué? Porque todas las canciones que toman parte en las preselecciones de los países nórdicos copan los primeros puestos de las listas de ventas de sus respectivos países y, además, las ganadoras de estos países, tras tomar parte en Eurovisión, también se colocan en las listas de ventas de gran parte de los participantes en el certamen.
  • Estabilidad: con este plan a cinco años se busca no estar mareando a artistas, discográficas, productores y compositores con cambios de formato, teniendo unas reglas claras y disponibles desde el primer día, prácticamente inmodificables durante los cinco años. La idea es tener un quinquenio con unas reglas fijas, y las posibles grandes modificaciones en el formato cada cinco años, suficientes para ir adaptándolo a los cambios en Eurovisión. Eso sí, nunca se puede cerrar el formato a ligeras modificaciones que permitan mejorarlo anualmente.

Y, ahora bien, conocidas las bases, vamos con el desarrollo. ¿Qué hace falta para atraer a la audiencia? De momento, una sola gala. Esto no es “caballo grande, ande o no ande”, y posiblemente acabaría como aquel bochornoso Eurovisión 2009: El retorno. Por tanto, una única gala estaría bien. ¿En un plató o en un recinto mayor? Yo apuesto por lo segundo. Y aunque a Toñi le parezca mal un teatro porque tiene “un aforo limitado y condiciona mucho el escenario”, yo creo que es una solución brillante. Es más, tengo el sitio adecuado: el Teatro Real. En 2014 la preselección noruega llevó a cabo sus semifinales en el Folketeatret de Oslo, con unas características que recuerdan al Teatro Real. Y la verdad es que lució bastante bien… ¿o no? Porque no es lo mismo actuar en el emblemático Teatro Real que en un cutreplató alquilado en Leganés.

Cinco años es un periodo en el que se debe asentar esta preselección, y por tanto los cambios tienen que ser, o bien inexistentes, o muy sutiles. Eurovisión es un festival vivo, sí; pero no cambia sus normas de una edición a otra, sino que lo hace muy de vez en cuando. ABBA ganó el Melodifestivalen en 1974, Eurovisión ha cambiado desde entonces, y el Melodifestivalen ha sabido adaptarse año tras año; Televisión Española, en cambio, no ha sabido hacerlo. Y ya es hora de que lo haga. Por tanto, una parte clave en este proceso de preselección la jugará el apartado televisivo y social, que a día de hoy caracteriza al Festival de Eurovisión.

¿Cómo lograremos esto? De la misma manera que lo hacen los nórdicos: generando expectación de forma escalonada. Por tanto, es normal presentar las bases del concurso y los plazos de recepción de candidaturas en junio, las fechas de la final en septiembre, los finalistas en diciembre y los temas en enero. Con ello conseguimos que la atención en Eurovisión sea de 365 días al año, esos que Toñi Prieto se pasa pensando en el Festival. Y con ello generamos un evento transversal: potenciamos la ya muy explotada faceta de las redes sociales, complementándolo con un show de presentación de artistas a través de La 2, así como la publicación de los temas en la web de la corporación. Buscamos visibilidad, repercusión e implicar a toda la corporación en el evento estrella de la misma: el Festival de Eurovisión.

De hecho, ahora mismo te estarás preguntando que cómo voy a implicar a toda la corporación si me he olvidado de la radio. Y también, que qué narices hago hablando de la parte televisiva cuando lo importante es la parte musical. Tranquilo, que ahí quería llegar, puesto que esta preselección va a tener dos fases, y una de ellas tiene que ver directamente con el apartado radiofónico de RTVE. Ahora sí que sí entramos en el aspecto puramente musical de la preselección: el desarrollo de la misma. Una preselección que, como acabo de decir, tendrá dos fases, que pasamos a explicar a continuación:
  • En la primera, cualquier artista que no haya lanzado ningún disco al mercado y que tenga una canción válida e inédita (no puede haber sido publicada antes en ninguna vía, ni total ni parcialmente, ni comercial ni gratuitamente) de entre 2:25 y 3 minutos de duración, podrá enviar su candidatura entre las 12h del 1 de septiembre y las 23h59 del 14 de septiembre, a través de un formulario disponible en la web oficial. Evidentemente, esta fase y sus fechas serían anunciadas (las tomadas en este caso serían las del primer año), como muy tarde, el 30 de junio. Un jurado compuesto por expertos de Radio 3 sería el encargado de seleccionar los 10 temas que pasarían a la siguiente ronda, siendo presentados en un programa especial en la citada emisora, sobre el 10 de octubre. Desde ese mismo día al término del programa, y hasta las 12h del 17 de octubre se podrá votar a través tanto de la web oficial como de la App de Eurovisión RTVE. Los cuatro temas más votados pasarían a la última ronda, celebrada el 16 de noviembre, y emitida en streaming tanto por la web como por televisiones inteligentes. Visto el éxito de la gala del Eurocasting, sería de justicia que esta misma gala la llevaran a cabo los pericaris, que demostraron la capacidad suficiente para organizar una gala efectiva y dinámica. El ganador se escogería mediante votos por la web y la App, y sería el primero de los participantes en la final nacional.
  • En la segunda fase, todo aquel artista con al menos un tema en el mercado podrá tomar parte de la misma. Para ello hay dos opciones: una, abierta (participando de la misma forma que en la primera fase, pero rellenando el formulario destinado a los artistas con un disco de mercado); y la otra, cerrada (la cadena invitará a artistas consagrados y compositores de nivel -absténganse Santanas y Antonios Juanes- para tomar parte en la preselección, con temas igualmente inéditos). De esta fase saldrán entre 7 y 11 temas, en función de la calidad de los mismos. Será un jurado independiente, compuesto por profesionales del mundo de la música sin relación directa con los posibles participantes, el encargado de seleccionar los temas que accederán directamente a la final nacional.

Una vez seleccionados y presentados los temas, es hora de irnos a la gala final, que perfectamente podría ser la primera o la segunda semana de febrero, en sábado. ¿Y por qué en sábado? Ya es hora de asociar directamente preselección con Eurovisión, y quitar la imagen del “mero trámite”. El sábado tiene que ser el día del entretenimiento musical y televisivo, como lo es en Suecia, en Finlandia, en Dinamarca, en Noruega... y también en Ucrania y Hungría, por ejemplo. Y todas ellas son preselecciones asentadas, no experimentos fruto de la mal llamada innovación de cada año. Y tiene que ser una gala caracterizada por el entretenimiento y la música, no por los familiares o las sorpresas. Será que "los eurofans" vemos muy fácil hacer una gala dinámica, con una actuación inicial protagonizada por el representante del año anterior, seguido de la introducción del presentador, así como de la sucesión de las diversas actuaciones. Será que es muy complicado quitar al jurado de plató, que aporta menos que los violines en la actuación de Jorge González en MQVAE, y dejar la parte correspondiente en manos de un jurado, o bien mezcla de internacional y nacional (sí, como en el Melodifestivalen, ese que es imposible hacer aquí), o bien puramente nacional y profesional pero que en ningún momento haga acto de presencia en el escenario. Y esta decisión, como en Eurovisión, supondría el 50% del resultado, siendo lógicamente el otro 50% para el televoto (y no el 40% como en Objetivo Eurovisión 2016).

Supongo que también será medianamente complicado traer a algún artista medianamente conocido para que cante una canción y, de paso, se promocione un poco. Si en el Eurocasting estuvieron las Azúcar Moreno... ¿por qué en Objetivo Eurovisión tuvimos que ver un medley en playback de candidatos eurovisivos a los que no conocían ni en su casa? Eso en el Melodifestivalen se puede hacer, porque allí los conocen; aquí, si se pretende hacer audiencia, no.

Como también será complicado tener un grafismo sencillo, en el que aparezca en primer término el nombre de la canción, en segundo el del artista, y por último el nombre de los compositores del tema. Hay que cuidar hasta el mínimo detalle para que sea un programa de entretenimiento impecable, y no el cutrerío que nos tenemos que tragar todos los años. Esa es la diferencia entre el Melodifestivalen y lo que hacemos en España: ellos cuidan su producto; nosotros, lo maltratamos.


El éxito de una preselección está en los detalles y en el cuidado de los mismos. Centrar una preselección en la búsqueda de candidaturas redondas tiene que ser el objetivo principal, y no el contentar a unos u a otros, eurofans incluidos. Es muy fácil entender el fracaso de España en Eurovisión (las candidaturas españolas son muy mediocres). Y es muy fácil entender la escasa audiencia de las diversas preselecciones (son infumables), con contadas excepciones (derivadas de la polémica -John Cobra- o fenómenos de masas -Chikilicuatre-). Eurovisión tiene que ser tomado como lo que es: el formato estrella de Televisión Española. Y como producto estrella, tiene que ser cuidado hasta el más mínimo detalle. Es hora de cambiar. Es hora de volver a posicionar a España en el mapa de potenciales ganadores de Eurovisión.

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