viernes, 14 de septiembre de 2018

Operación Bottom




Y lo volvieron a hacer. Nuestra querida corporación pública de radio y televisión ha vuelto a demostrar que no sabe lo que es Eurovisión. Ni tienen vergüenza, ni la conocen. Porque si tuvieran un poquito de vergüenza, solo un poquito, no intentarían tomarnos como verdaderos gilipollas. Y siento decirlo: muchos eurofans lo son, porque caerán en lo de siempre. Hemos vuelto o, mejor dicho, han vuelto en RTVE a caer en el mismo error en el que cayeron el pasado año, pero en esta ocasión de forma maximizada: Operación Triunfo volverá a ser el sistema utilizado para seleccionar la candidatura española para el Festival.

En un alarde de verdadera inteligencia, de capacidad autocrítica y de humildad, Televisión Española ha decidido que la mejor manera de sobreponerse al fracaso estrepitoso del pasado certamen es confiar en la misma gente que gestionó la candidatura pasada, con el mismo sistema de selección y sin cambiar a ningún responsable de Eurovisión RTVE. A nadie. Es que no ha habido ni el más mínimo atisbo de autocrítica a pesar del cambio de presidencia (en este caso, en la figura de la administradora única). No interesa Eurovisión. En los últimos años, no ha interesado Eurovisión. Y previsiblemente, en los próximos años seguirá sin interesar Eurovisión.

Radio Televisión Española convirtió este año Eurovisión en una gala más de OT. Y es lo que van a seguir haciendo con ese “concurso de cancioncillas”, denominación dada por el Sheriff Tinet para el Festival de Eurovisión. Ese “concurso de cancioncillas” en la que su candidatura, de la que él fue responsable directo con esa “espectacular” puesta en escena, acabó entre los cinco últimos.  Pero no os preocupéis porque, si osáis criticar a OT, el Sheriff os dará una “lección de humildad” en forma de bloqueo. Y si osáis criticar a la corporación, es que sois muy atrevidos porque ellos lo hacen todo perfectamente.

Vamos a decir algo obvio: se va a elegir al representante en el Festival de la canción de Eurovisión. De la canción, ojo. ¿Sirve para esto Operación Triunfo? No. ¿Por qué? Por un sencillo motivo: el ser un talent show con un componente de reality hace que una gran parte del votante decida su voto por el “efecto carpeta”. Basta con irnos al año pasado: ¿dónde estaba Que nos sigan las luces? En la superfinal no, desde luego. ¿Por qué? Porque ya se han encargado los distintos actores que forman parte de este juego que es Eurovisión de que no fuera. En Eurovisión se votan conjuntos; en OT, cantantes. ¿OT como programa de entretenimiento musical? Sí. ¿OT como preselección? Nunca.

Vamos a hacer un viaje al pasado por preselecciones de Gestmusic para ver si son la productora ideal. Primero tenemos los tres años iniciales de OT, en la época rancia de Eurovisión. De poco nos pueden servir, al igual que aquella infame preselección del año 2009 (obviaremos comentarla). Vamos a sus trabajos recientes: 2011 y 2017. En 2011 se hizo una preselección con un sistema bizarro y caótico, con una selección de canciones plagada de los mismos compositores de siempre y en la que, oh sorpresa, ganó la cantante que mayor apoyo tenía (no la canción, que aquello era una cosa bochornosa). Saltando la “maravillosa” puesta en escena del año 2015, responsabilidad del Sheriff, vamos al año 2017. ¿Nivel de las canciones? Bastante decente. ¿Resultado? Bochornoso.

¿Y qué pasará cuando acabe OT? Que en RTVE seguirán improvisando, como han hecho siempre. ¿Dedazo? Si vienen con discográfica. ¿Preselección? Para contentar a los mismos cuatro. ¿Retirada? Nunca con estas audiencias. Porque seamos serios: solo les importa la audiencia. Si les importara Eurovisión, tendrían preparado un plan quinquenal, con líneas maestras de una base sobre la que trabajar siempre. Con un proyecto constante y definido, sin dar bandazos improvisados. Con un foco en la canción, que ya hacen nuestros vecinos portugueses eligiendo compositores y no cantantes. Fijándonos en lo que funciona en países a la vanguardia eurovisiva: Suecia, Hungría, Estonia, Bulgaria o Noruega. Eso es lo que habría que hacer, pero a nadie le interesa hacerlo.

Mientras sigan los señores Jareño y Sevilla junto a la señora Prieto, nada cambiará. Mientras que las voces críticas y valientes, las que aportan proyectos e ideas, sean silenciadas, nada cambiará. Mientras que la administradora única de la corporación, la señora Mateo, no cumpla su palabra de apostar por un entretenimiento de calidad y de aplicarse la máxima de la transparencia, nada cambiará. Es triste, pero es una realidad: España a Eurovisión va como San Marino a los clasificatorios del Mundial de fútbol. Pero no pasa nada: saldrá una nueva Rosa de España y los eurofans palmeros dirán que viva OT, que qué guapo es Tinet y que todo maravilloso. Y llegará el bottom.

Salvo sorpresa, Eurovisión 2019 pinta mal para España. Y 2020. Y 2021. Y así, con todos los años sucesivos. Las cosas se cambian con voluntad; si no existe esa voluntad, habrá que pensar en cambiar de nacionalidad eurovisiva.

domingo, 13 de mayo de 2018

Televisión Española y Eurovisión: despropósitos, problemas y soluciones


Este año se han cumplido 50 del primer triunfo de España en el Festival de Eurovisión, y Televisión Española ha querido festejarlo por todo lo alto: ¡con un nuevo bottom! Seguimos sin pisar el Top 20 (sí, Top 20) desde el año 2014, en el que una sensacional interpretación de Ruth Lorenzo nos colocó en décimo lugar. Desde entonces, travesía por el desierto: puesto 21 para Edurne y su batamanta, puesto 22 para Barei y su efecto espejo, puesto 26 para Manel y sus tablas de surf y, este año, puesto 23 para Alfred y Amaia con su... eh... pues eso, que nadie sabe con qué porque en la puesta en escena de España no había absolutamente nada. Yo no soy director artístico, por lo que no voy a entrar en este tema, pero sí que quiero entrar, como buen historiador y docente que pretendo ser (ahí, toma criterio de autoridad pedante), en los problemas crónicos que atraviesa España en el Festival de Eurovisión, para buscar posibles soluciones ante el que es uno de los múltiples problemas con los que cuenta actualmente Radio Televisión Española.

Comencemos por el principio: ¿hasta dónde tenemos que remontarnos para encontrar el origen del fracaso de España en Eurovisión? Hasta el año 2005. Aquella dantesca y, cuanto menos, gloriosa preselección que fue Eurovisión 2005: elige nuestra canción, en la que una serie de galas llenas de clichés, canciones horteras que rozaban la vergüenza ajena, puestas en escena lamentables y un intercambio de favores y amiguismos claramente visibles nos dio como resultado una de las peores representaciones de España en el certamen: Brujería. Comenzaba la era de los "a Toñi Prieto Show", como me encanta denominar a ese tipo de antitelevisión que lleva a cabo nuestra diva favorita en cuanto a programas musicales. Evidentemente, este despropósito iba a terminar de la forma de la que cabía esperar: bottom.

Año 2006: TVE hace una "preselección interna" que no era tal porque Las Ketchup ya estaban escogidas de antemano, y manda una propuesta bizarra cuanto menos, con una canción que no había manera de pillarla, unas sillas del IKEA y una nueva integrante de Las Ketchup que nadie supo de dónde salió. ¿Resultado? Otro bottom, mismo resultado que al año siguiente, 2007, en el que, tras una preselección que incluso superó en randomismo a la del año 2005, salió escogido el tema I love you mi vida, de Rebeca Duro de pelar, Antonio Juan y Tomás Gutiérrez. Una preselección llena de descartes de los compositores de siempre... ¡y que pidió meter el inglés "con calzador" en todas las canciones! Y va y justo ese año gana Serbia cantando en serbio. ¿Qué podía salir mal?

Y llegamos al año 2008. Televisión Española decide "innovar" (miedo...) y crea un método de selección online con una gala final en La 1. En medio de la Eurovisión friki y decadente de los 2010 aparece una pequeña joya: La revolución sexual. Sin embargo, TVE permite que participe Rodolfo Chikilicuatre con un tema que infringe completamente varios puntos del reglamento eurovisivo (ya sabéis, todo por la audiencia), y vence tanto a La Casa Azul como a Coral Segovia, ganadora de Benidorm y eterna segundona eurovisiva. ¿Resultado? El mejor puesto desde 2004 con una actuación muy medida que consiguió lo que buscaba: reírse del certamen. Eso sí, ha sido la única actuación que realmente ha estado trabajada y medida al milímetro en todos estos años.

2009. TVE intenta "contentar" a los eurofans organizando "su propio Melodifestivalen". ¿Resultado? Una preselección a la 1 de la mañana que ganó Soraya, junto a una actuación en Eurovisión digna de ese maravilloso programa que es Pura Magia. Y mucho no iba a cambiar los años venideros en la corporación: 2010, cambio de sistema; 2011, cambio de sistema; 2012, cambio de sistema; 2013, repiten porque Pastora Soler se sacó de la manga un Top 10; 2014, cambio de sistema porque ESDM se la pegó; 2015, cambio de sistema; 2016 y 2017, la "preselección nórdica" Objetivo Eurovisión; 2018, OT. Televisión Española solo ha repetido sistema de selección un máximo de... ¡dos años! Recordemos las palabras de Toñi Prieto: "nosotros cambiamos para intentar contentar a todo el mundo". ¿No es ese uno de los grandes problemas que tiene Eurovisión RTVE?

"Amigos para siempre": los de las discográficas, que cuelan descartes en las pres para que el artista famoso de turno haga un especial en navidad; los compositores y palmeros de siempre, que cuelan descartes en las pres y palmean a RTVE por cuatro duros y alguna que otra acreditación; los "esssspertos" de ciertas productoras, que se comen Eurovisión por colar cuatro programitas en la tele pública y unos cuantos de miles de euros... el círculo vicioso del amiguismo que hay en Eurovisión RTVE, a pesar de que casualmente a ninguno de los responsables les gusta el certamen, es inquietante. ¿Será por eso por lo que no lo sueltan? Solo pregunto, no afirmo.

Y no les gusta porque este año, 50 aniversario del triunfo de Massiel, ni se han acordado de ello. Hemos tenido que ser otros (sí, doy autobombo a mi documental) los que hagamos la labor de una televisión pública que se avergüenza del Festival. Una corporación que pasa de trabajarse las candidaturas, fijar un método claro para todos los años, porque no le apetece mover un dedo por algo que simplemente no le gusta, pero que le da un rendimiento tremendo en audiencias. Basta con ver lo que ha pasado en Bélgica, Países Bajos, Bulgaria, Italia, Chequia, Portugal o Francia con los cambios en la delegación: dar paso a gente nueva, con ganas, conlleva buenos resultados. ¿Qué es lo que pasa en España? Que a pesar de llevar ¡desde 1995! sin llegar al Top 5, con solo dos Top 10 en 13 años, todo sigue igual: sigue Toñi, sigue Federico ahora personalizado en Ana María, sigue Gestmusic metiendo la zarpa, siguen los compositores de turno colando descartes... nada cambia porque nadie quiere que cambie.

Aunque se empeñen en decir lo contrario, Televisión Española no quiere ganar Eurovisión. Y no quiere porque no ha mandado ni una propuesta competitiva desde el año 2003. No quiere porque no han trabajado como el resto de televisiones. Siguen sin entender la grandeza de un certamen que cada año ven 200 millones de personas. No comprenden que Eurovisión va más allá del día de la final. Y no, nadie nos tiene envidia: la RTP nos entiende, al igual que la ORF, la SVT o la televisión organizadora que sea. Y tampoco hay una mano negra en la EBU. El único motivo por el que España nunca lleva candidaturas potentes es porque no le da la gana a Radio Televisión Española. Como tampoco han entendido que los ensayos están para perfilar detalles, porque las candidaturas tienen que ir cerradas desde casa; es curioso que a la SVT siempre le hacen caso, incluso a la televisión checa, pero a la española... nunca, ¿verdad?

Si a Toñi Prieto, Ana María Bordas y compañía no tragan Eurovisión o son incompetentes en este ámbito (cosa que no es mala, no todo el mundo tiene por qué saber de todo), es muy sencillo: que sigan desempeñando otras funciones dentro de la corporación, pero que se desliguen. Toñi tiene poder para designar a dos personas: una, que se encargue del apartado de delegación; la otra, que se encargue del apartado artístico. Y no vale esperar a septiembre, porque eso ya es otro año perdido: los cambios tienen que acontecer ya, este lunes mismo si es posible. Estas dos personas tendrían que fijar un método, el que sea, que sirva para los próximos cinco años como mínimo, ya sea una elección interna basada en criterios de calidad musical o una preselección con autores reconocidos para recuperar la credibilidad del certamen. Hay cientos de ideas que se pueden desarrollar con más tiempo y tranquilidad, pero lo importante es tener una base sobre la que trabajar, sobre la que construir un proyecto de futuro para no digo ya ganar, pero sí tener representaciones de calidad año tras año.

El peor enemigo de España en Eurovisión es España. Es RTVE la que permite que se manche la imagen de su programa por parte de otros medios (o panfletos), al igual que es la que permite que se ataque a sus representantes tanto por medios como por ciertos lobbies de eurofans. Si RTVE quiere tomarse a cachondeo el concurso, que lo diga: ya lo hace la BBC. En ese caso, los eurofans españoles nos bajaremos del barco y empezaremos a apoyar a otros países; si quieren tomárselo en serio, que nos lo demuestren con hechos, y no con palabras. De ser así, los eurofans españoles estaremos ahí, apoyando y ayudando en lo que buenamente podamos, porque nosotros sí que queremos estar orgullosos de la representación española en el certamen, y en los últimos años cuesta mucho.

Queremos ganar Eurovisión. Queremos estar orgullosos de nuestros representantes y de nuestra televisión pública. Queremos que se haga un gasto justificado de dinero público en el mayor evento cultural de Europa (mejor 3 millones bien invertidos que 600.000€ en una chapuza). Queremos acabar con esta España de mierda que nos muestra que, al menos a nivel eurovisivo, estamos a años luz del resto de Europa. Acabemos con los amiguismos, con el desinterés y con el "solo nos interesa el dato", para dar paso a una etapa de trabajo y ansias de victoria, en las que las audiencias se consigan por llevar candidaturas que luchen por la victoria. RTVE puede ser como la RAI, la SVT o la que quiera: pero para ello tiene que querer.

domingo, 14 de mayo de 2017

Tres años para ganar Eurovisión

Ya os lo adelanto: no vamos a ganar Eurovisión en los próximos tres años. Sí, lo mismo me estoy aventurando demasiado con tal afirmación… pero es que los milagros, en Eurovisión, son muy escasos (Austria 2014 y poco más). Y sí, el título es puro clickbait: no tengo la receta para ganar Eurovisión. Ni yo, ni nadie. Pero lo que sí creo que tengo es un conjunto de soluciones para intentar recuperar Eurovisión en España.

No nos engañemos: Eurovisión está muriendo solamente en un país de la Europa del sur. Y ese país se llama España. En la anterior entrada (“La Transición eurovisiva”, que puedes leer aquí) señalaba los diversos males con los que cuenta Eurovisión en España. La labor de un historiador no es solo señalar lo que falla (para eso están los cotillas que se juntan en corralas), sino que tiene que buscar soluciones a estos problemas. Francamente, sé que esto lo van a leer cuatro, no va a llegar nunca a TVE, y si llega lo van a meter en el cajón “SPAM: eurofans”. Esto lo escribo por puro desahogo: si Portugal lo ha conseguido, ¿qué necesitamos nosotros para hacerlo?

Tal y como digo en el título, creo que son necesarios tres años de Eurotransición. Tres años en los que poder volver a generar un evento alrededor de Eurovisión, recuperar la confianza del sector musical y de la audiencia, y luchar de una vez por ganar. España no llega a los 100 puntos desde el año 1995 (ahora votan el doble de países y se reparten, además, puntuaciones de jurado y televoto por separado), ha conseguido la cifra de puntos más baja desde el año 1999 (entonces fue un punto, mientras que este año fueron cinco), y no superamos el puesto 10 desde el año… 2003. Evidentemente, algo falla desde hace décadas, todos sabemos qué es, y nadie le ha puesto solución. ¡Vamos a ello!

Lo que está claro es que para recuperar Eurovisión hay que ir a lo grande. Y cuando digo “a lo grande”, hablo de buscar candidaturas potentes tanto en lo musical como en lo mediático. En definitiva, darle un golpe de aire fresco a nuestra participación en el Festival. España lleva sin aportar algo relevante desde el año 2003, y todos sabemos cómo acabó eso. Por lo tanto, hay dos fórmulas: o llevar una estrella al Festival, o centrarse en llevar hits. Ambas fórmulas son válidas para recuperar la atención de la audiencia… pero solo una es efectiva a largo plazo: la segunda. Si queremos que en España se genere un evento sobre Eurovisión, hay que apostar por llevar candidaturas competitivas. Punto. No tiene más misterio. ¿Cómo conseguimos esto?

Lo primero es algo lógico, que se hace en todos aquellos países que van a competir a Eurovisión: independencia. Hay que acabar con la jerarquización de Eurovisión en un segundo plano, y con la burocracia que impide hacer y deshacer de forma competente y efectiva. Y eso se logra de una manera: creando la tan esperada Dirección de Eurovisión que se centre exclusivamente en el Festival. Y si nadie de la cadena vale para dirigir la candidatura española o nadie se atreve, habrá que llamar a alguien de fuera. Pero hay que poner a alguien competente, con ganas de trabajar y que se dedique en exclusiva al Festival, rodeándose de gente de confianza. Es un primer paso, pero es el primer gran paso para lograr que Eurovisión sea realmente lo que es en el 90% de los competidores del Festival: el mayor evento de la programación del canal en cuestión.

Lo segundo también es muy sencillo, aunque a Toñi Prieto no le entre en la cabeza: realizar la selección de temas en función de criterios puramente musicales. Es decir, que hacer un dedazo a X artista sin tema no sirve absolutamente de nada, porque lo mismo te planta “Euphoria” como te planta “Spirit of the Night”. Los dedazos tienen que ser completos, y tienen que estar planificados con tiempo. Es, por tanto, lógico que Televisión Española tenga que dedicar completamente el mes de junio a ponerse en contacto con discográficas, artistas, productores y compositores para convencerles de que presenten una candidatura para la elección interna. Gente de renombre en su estilo, que sea capaz de ofrecer una propuesta atractiva para el gran público. Por tanto, hay que centrarse en gente con un recorrido, para evitar llevarse sustos. Se dejaría un plazo amplio para que puedan trabajar con tranquilidad (hasta octubre-noviembre, por ejemplo), y a partir de ahí se empezaría a seleccionar la candidatura española. Y si Televisión Española tiene que ceder “parte del pastel” de los derechos del tema (que normalmente se queda) para incentivar la participación, que lo haga. Es una inversión a largo plazo.

¿Vetos? Por supuesto. Este es el primer punto polémico de esta entrada. Durante estos tres años hay que deshacerse de esos elementos tóxicos que solo han perjudicado la imagen del Festival, véase: compositores de segunda que solo viven de las preselecciones de Eurovisión y no han hecho más que plantarnos truños, productoras vendehúmos que por vendernos nos han vendido hasta una batamanta, cantantes de tres al cuarto que llevan años sin sacar una canción y por eso tienen que tirar mierda sobre el Festival (incluyo aquí a los “nisu”, cantantes a los que no conocen ni en su casa, y que solo buscan “famita wena” como sea -por ejemplo, cualquiera de los participantes de la próxima edición de OT-), eurofans que se creen compositores…

Romper con el pasado es no caer en los mismos errores. Me da igual si un cantante tal viene con una canción compuesta por suecos, y tiene pinta de ser un auténtico pelotazo. Volver a introducir esos elementos tóxicos en el sistema tiene consecuencias de cara al futuro, y es preferible mantener esta inversión de futuro y esperar a que el sistema eurovisivo se consolide, antes de lanzar las campanas al vuelo y que todo lo avanzado caiga en saco roto. Y esto lleva a otro punto polémico: los eurofans.

Soy eurofan. Y sé que solo somos tóxicos. O al menos es la imagen que tienen de nosotros: seres cuarentones que van a los festivales a pillarse pedos y a pitar al representante español. Y como yo no cumplo ninguno de esos tres estándares, creo que hay que hacer una purga. Una purga que, lógicamente, también tiene que verse reflejada en Televisión Española. Punto polémico número uno: pedirle a la organización del Festival la gestión de los packs de entradas para fans. Resumen: quitarle a OGAE España lo único por lo que todavía sigue en pie. ¿Por qué a esos packs solo puede acceder gente de los clubes de fans por pura “meritocracia”? En el fútbol, es la UEFA la que le da los packs de entradas al equipo en cuestión, y es el equipo el que los reparte como mejor le conviene. Pues eso mismo hay que hacer con Eurovisión: con el control de las entradas, tienes el control de los eurofans.
Esto también pasa con las acreditaciones. Punto polémico número dos: exigir carné de periodista a todos aquellos que quieran ir acreditados al certamen, además de un dossier detallado (y no cuatro páginas mal redactadas) con toda la propuesta de cobertura, méritos del medio, seguimiento previo del certamen… es decir, que el que vaya a Eurovisión tiene que demostrar que va a trabajar, y no a hacerse cuatro fotos para presumir en Facebook.

Y vamos con el punto polémico número tres: relegar a la web a un segundo plano, centrándola exclusivamente en el sector eurofan. Esta imagen que Televisión Española nos quiere vender de que “no, si esto lo hacemos para todos, queremos llegar a un público generalista” es un grave error. Una señora de Cuenca, con sus 60 años, no se va a meter en RTVE.es a ver el previo de Eurovisión. Y lo mismo para con un chaval de 20, que ve Eurovisión ocasionalmente, pero que prefiere estar jugando a videojuegos porque ya de por sí el nombre, “Spain Calling”, huele a rancio. Eurovisión tiene que volver a la televisión, que por algo es un certamen televisivo, y la atención debe centrarse en ella. Posteriormente explicaré cómo se tendría que desarrollar este apartado.

Tras la purga eurofan, volvemos a la candidatura. Llega noviembre y ya hemos recibido todas las candidaturas. La primera criba es sencilla: descalificación de todas aquellas canciones que incumplan las normas del Festival. Tras ello, habría que realizar una primera preclasificación entre canciones que potencialmente son competidoras para el Festival, las que pasarían desapercibidas a primera escucha, y las que directamente son un cuadro. Competidora, por cierto, no es “festivalera”: una canción competidora es “La revolución sexual” de La Casa Azul, mientras que una canción festivalera (y, dicho sea de paso, un cuadro), es “Contigo”. Esta primera clasificación no es vinculante, y serviría únicamente para facilitar el trabajo.

¿Y por qué no clasificar por estilos? Muy sencillo: cuando una canción es buena, da igual de qué estilo será porque la gente o los componentes del jurado la van a votar. El clasificarlas por géneros nos lleva a otro mal endémico de Televisión Española, y que no es otro que el clásico “esta canción vale para Eurovisión, esta no”. Es un mito absurdo, ya que las canciones buenas sí valen para Eurovisión, independientemente de su género, mientras que las canciones malas solo sirven para tirarlas a la basura. El no clasificar por estilos nos lleva a evitarnos prejuicios absurdos.

Una vez realizada esta primera clasificación, no vinculante como he dicho, es hora de ir haciendo catas entre expertos en la materia. Sin dar a conocer autores, ir testando entre los miembros de Radio 3, miembros de la Orquesta Sinfónica de RTVE, profesionales del sector musical e incluso entre profesionales de otras radios todas las canciones recibidas, para poder tener una visión de conjunto. Una vez finalizado este largo proceso, y una vez analizadas todas las impresiones, se procedería a la elección final. Si realmente el feedback recibido es bueno, tendremos 3 ó 4 canciones como mucho que puedan ser competitivas. Aquí ya sería cuestión de negociar con artistas, autores y discográfica para llegar a buen puerto, priorizando los intereses de la cadena: si dos canciones destacan de igual manera, pero una de ellas cuenta con un artista de renombre, lógicamente se debe priorizar esa opción para generar un mayor impacto.

Tenemos escogido al artista con su tema, con todo cerrado. ¿Qué hacemos? Anunciarlo a bombo y platillo. El representante de España tiene que ser conocido por España, y para ello hay que iniciar una intensa campaña de presentación. Lo primero es presentarlo: si Televisión Española no cuenta con programas en directo de destacada audiencia, habrá que buscar un evento que sí tenga suficiente audiencia (ya sea MasterChef, ya sea Cuéntame) y, al poco de empezar su emisión, hacer una pausa para presentar oficialmente el tema. Con esto te aseguras que un 15-20% de la audiencia conozca ya el tema, y no solo un 5% como en dedazos previos. Esto se haría a finales de febrero, para evitar una excesiva saturación del tema.

Esta campaña hay que extenderla por el resto de cadenas, consiguiendo que el representante español acuda a programas tipo El Hormiguero o La Voz, radiofórmulas, entrevistas… vamos, que esté hasta en la sopa, todo el mundo sepa quién es, y todo el mundo sea capaz de tararear el tema. Hay que evitar lo que ha pasado este año con Manel Navarro, que no solo ha sufrido ataques constantes por culpa de los cuatro tontos de turno, sino que también ha sido abandonado por Televisión Española (icónica la imagen de Manel solo en la rueda de prensa). Decisión de la discográfica y del artista será el realizar gira internacional, que tal y como sabemos solo sirve para coger rodaje porque puntos no da.

Si es el artista el que se va a “partir la cara” por España en Eurovisión, tienen que ser tanto él como su equipo los que tengan el poder de decisión, y no Televisión Española la que dirija la candidatura. Por tanto, hay que ofrecerles absoluta libertad, porque luego el que queda bien o mal es el artista, que es el que se juega su prestigio. Lógicamente la corporación pública tiene que intentar asesorarle para que sepa por dónde puede tirar (temas de logística, contacto con la televisión organizadora, normas del certamen, precedentes escénicos…), pero quedando limitada su presencia a un rol consultivo, nunca decisorio. Y hay que centrarse en lo importante: en Eurovisión no se hacen grandes cambios, hay que llevarlo todo bien atado de casa.

Y nos plantamos en Portugal. ¿Qué hacemos? TVE tiene que volcarse absolutamente con el Festival, ofreciendo una experiencia completa. ¿Por qué lo hace con el Madrid Open y no con Eurovisión? Así, una vez comiencen los ensayos, sería conveniente ofrecer un programa diario resumen de los mismos en La 2, para que la gente sepa que Eurovisión dura tres semanas. Esta cobertura se complementaría con información diaria en el Telediario, España Directo y La Mañana de La 1, con el objetivo de que la gente vaya adquiriendo cada vez más expectación por el Festival.

También es evidente que hay que subsanar otro de los grandes errores de este año: la ausencia de previo y post. Es más, yo daría un paso más y haría tanto previo en las semifinales (media hora) como en la final (dos horas), muy al estilo Fórmula 1 con conexiones permanentes con Portugal, entrevistas (en directo o pregrabadas), resumen de los artistas participantes, crónica de los ensayos y/o semifinales previas… lo que es generar un entusiasmo que, a día de hoy, el amigo Chema Íñigo no sabe generar. De hecho, da la sensación de que le ha contagiado el pesimismo a Julia Varela, muy errática este año. Vista la retransmisión de este año, Chema tiene que coger su maceta y marcharse junto a Julia, para apostar por dos locutores que consigan imprimir un ritmo más competitivo y emocionante al Festival. Y si pueden aportar un poco de humor en esos momentos muertos que tiene cada gala, pues mejor.

Esta cobertura habría que complementarla con la retransmisión de la Welcome Party en directo (ya sea a través de La 2 o de La 1, en función de las necesidades de la cadena), y con un post de una hora tras la final del Festival, con las primeras reacciones y analizando todo lo que ha dado de sí el evento. Y tras el certamen, no se puede ocultar el regreso a España de nuestro representante, por lo que hay que informar de su llegada, organizar rueda de prensa sí o sí, e invitarle a algún programa para que narre su experiencia.


Esta es mi propuesta para los próximos tres años, para poder llevar a cabo una reestructuración completa de Eurovisión en España: el primer año, renovación; el segundo año, cimentación; y el tercer año, consolidación. Una vez transcurridos estos tres años, tocará decidir si seguir apostando por elección interna y en qué condiciones, o si hay el suficiente interés como para poner en marcha una buena preselección que garantice luchar los siguientes años por el triunfo. ¿Qué os parece? Espero vuestros comentarios en la entrada, o a través tanto de @aetuiter como de @SuedisLeidi.

domingo, 7 de mayo de 2017

La Transición eurovisiva



Los historiadores hablamos de "transición" cuando nos referimos a un proceso que, durante un periodo indeterminado de tiempo, lleva a profundos cambios en un sistema caduco para su adaptación a los nuevos tiempos. Normalmente, estos cambios son consecuencia del agotamiento de un sistema establecido, que a pesar de sus reformas no es capaz de seguir sobreviviendo ya que está condenado a su muerte, y ve en la transición un modelo para, sin romper con el pasado, poder evolucionar a algo contemporáneo.

Llegado a este punto, alguno se preguntará qué narices tiene que ver esto con Eurovisión y TVE. Pues mucho porque, voluntariamente o no, Televisión Española ha iniciado una transición en el apartado eurovisivo. Una transición forzada por las circunstancias, en las que ya ha habido "bajas", pero que tiene un riesgo: puede ser insuficiente. Para que la transición eurovisiva sea efectiva se tienen que derrumbar progresivamente unos pilares, para que otros sean los que sustituyan de manera efectiva a los hasta ahora presentes; si no, más que una transición será una simple renovación, y continuaremos en las mismas que hasta ahora.

El primer paso está dado: poner al frente de la delegación a una persona que cumpla un rol temporal, encargándose de hacer una reforma en profundidad de Eurovisión TVE. Dado este paso, ahora es el turno de iniciar una serie de cambios continuados pero drásticos dentro de su campo que ayuden a que España recupere la senda de los éxitos en el aclamado certamen de entretenimiento. Y yo lo primero que haría lo tengo bastante claro…

Porque hay una cosa que están haciendo muy bien en el fútbol: echar a los ultras. Pues en Eurovisión hay que hacer lo mismo: quitarle cualquier privilegio a la gente de AEV y de OGAE España. ¿Qué es eso de tener prioridad sobre el resto de eurofans? Ni acreditaciones de fans (que tendrían que salir a concurso entre cualquier fan que vaya a ver el festival), ni entradas para las preselecciones, ni otro tipo de favorcitos que todos imaginamos (ejem canciones compuestas por el presidente de cierto club de fans que se cuelan dentro de la pre con calzador a pesar de que se dijo que solo podían ser elegidos internamente artistas con discográfica ejem). Y, evidentemente, tal y como ha hecho Ana María Bordas, nada de acreditaciones de prensa para fans, ni para chorriblogs que publican cuatro noticias de mierda y automáticamente piden acreditación, ni webs que tienen cuatro visitas y que solo se crean para poder conseguir una acreditación de Eurovisión, no por informar. Exigir unos mínimos, nada de barra libre. Y si se tienen que cabrear los cuatro eurofans rancios de turno, que se cabreen, pero hay que acabar con la toxicidad eurofan que contamina las candidaturas españolas.

El mamoneo con los compositores de segunda (o de tercera, o de cuarta…) que se presentan a las preselecciones eurovisivas se tiene que acabar. Yo, directamente, me negaría a coger canciones de señores de Albacete (provincia de Suecia) que todos conocemos, de compositores españoles de segunda regional que no tienen vida más allá de Eurovisión, y de personajes que se creen compositores pero que lo único que hacen es poner palabras aleatorias en un documento de Word. No necesitamos sus composiciones propias del Caribe Mix 27 a.C. que no han podido colarle ni al primer eliminado del casting de Operación Triunfo 2006. Que se las queden en su casa, que no las necesitamos en el Festival de Eurovisión. Especialmente porque han demostrado que solo saben colarnos descartes o composiciones de una calidad muy dudosa. Porque si vamos a ganar o, aunque sea, a quedar medianamente bien, tenemos que ir con cañones, no con pistolas de agua que ni siquiera funcionan. Y para eso tienen que ser composiciones contemporáneas elaboradas con tiempo, no pinos plantados en el señor Roca.

Que la excusa para no hacer previo sea que Eurovisión “hace audiencia por sí solo” suena a un insulto a la inteligencia. Especialmente porque los datos están ahí: Eurovisión ha perdido, en 15 años, 50’6 puntos de audiencia y 8.263.000 espectadores. Alguno dirá que es una comparativa tramposa por las peculiaridades del año de Rosa. Vale, compro el argumento y voy a la comparativa fácil: 2015 Vs. 2016. En un año en el que en toda Europa (salvo en el Reino Unido) subía la audiencia de Eurovisión… ¿qué pasó en España? Batacazo: 9,5 puntos menos, y pérdida de 1.466.000 espectadores. Es lo que pasa cuando las expectativas son nulas y la promoción es escasa en una Televisión Española en horas bajas. ¿Y qué decide hacer la televisión pública? Relegar a su certamen estrella a un segundo plano, mientras que la RAI, televisión de un país al que se la trae al pairo completamente el Festival de Eurovisión como es Italia, decide hacer previas de dos horas antes de… ¡las semifinales! Evidentemente, es que el Mutua Madrid Open es muy importante, La 2 no existe, hay que potenciar la web… y más tonterías que nos encontraremos de aquí al sábado 13.

TVE vive en un mundo paralelo en el que maltratar al programa de entretenimiento que más audiencia le da es una buena idea. En el que no se pueden hacer preselecciones de calidad porque “primero la gente tiene que ver las mierdas estas que hacemos para poder hacer algo bueno”. Por hacer el símil fácil: trabajas durante toda tu vida y ahorras para comprarte un Ferrari. Y ahora que puedes comprártelo, te compras un SEAT, que encima dejas en el garaje porque “lo mismo alguien lo roba”. Y tu vecino, el pobre que solo puede permitirse un Dacia porque casi no llega a fin de mes, se lo compra y lo luce orgulloso, porque además gusta bastante en el barrio. Y queda con el vecino que tiene un Ferrari, con el que tiene un Volvo y con el que tiene un Porsche, mientras que tú te quedas en tu casa, cada vez más solo, porque ni quieres enseñar tu coche, ni quieres comprarte uno mejor, aunque puedas. Pues así funciona Eurovisión en España: TVE es la vecina tonta, que sigue pensando que es guay cuando en realidad es una marginada a la que nadie quiere.

¿Y qué decir de la hasta ahora responsable del Festival de Eurovisión en España? Toñi Prieto será auténtica, verdad, fresca en la vida y todo lo que ella quiera, pero hay una verdad irrefutable: Antonia no tiene ni idea de qué es Eurovisión. Ella sigue en los tiempos de la OTI, en los que Francisco (al que tantearon para Destino Eurovisión 2011) era “chachi pistachi”, en los que José Luis Moreno era el mejor productor de galas musicales de este país, y en los que H&S y Garnier se forraban de la caspa que había en los platós de Televisión Española. Una Toñi Prieto que piensa en “Sábado sensacional” como modelo de gala musical perfecta, y no en las enormes producciones televisivas que se realizan en toda Europa. Una Toñi Prieto que cree que “entretenimiento de calidad” es el infumable concurso “Jugando con las estrellas”, el programa de 1990 presentado por Javier Cárdenas “Hora Punta”, o el que posiblemente sea el mejor programa de la Historia de España: “El pueblo más divertido”. Una Toñi Prieto que piensa que Europa no nos vota “porque no tenemos vecinos”, cuando Australia, que tiene menos vecinos incluso, ha conseguido dos Top 5 consecutivos en sus dos primeras participaciones. Una Toñi Prieto que se excusa en la falta de presupuesto, cuando países con menos presupuesto como Bulgaria llevan infinitamente mayor calidad que nosotros.

No, señores, no: austeridad no implica cutrerío. Algo austero puede ser decente, siempre y cuando sea de calidad. Todas y cada una de las producciones eurovisivas que han estado a cargo de Toñi Prieto han sido cutres y han brillado por la ausencia de grandes temas. Y, justamente, cuando apareció uno bueno, el ciclón Chikilicuatre le pasó por encima. Toñi, si de verdad usted es “auténtica y verdad”, sea honesta consigo misma y delegue en alguien que realmente sepa de qué va esto, que tenga ganas de trabajar todo el año en esto, y que quiera hacer muy bien su trabajo. Usted no vale, punto. No hay mayor discusión posible.

Pero esto no tiene que ser un cambio de cromos, porque en Televisión Española hay otro gran problema, que se extiende más allá del Festival de Eurovisión: la burocracia interna. ¿De qué sirve tener a gente con ganas de hacerlo bien si luego se le pone el mínimo obstáculo que impide que desarrolle adecuadamente su trabajo? Se me vienen a la mente dos ejemplos: el primero, el del famoso “eslabón que lo complica todo” al que hacía mención Barei; por otro, a algo que contó César Vallejo en EuroMag: Aminata iba a venir a actuar a la gala del Eurocasting, y todo se truncó en el último momento por un trámite interno. ¡Es absurdo!

Si queremos que el vuelo de las candidaturas españolas cambie hacia arriba, y deje de caer en picado, se tiene que designar a una persona que pueda disponer de plenos poderes para hacer y deshacer a su antojo, reduciendo a la mínima expresión los absurdos trámites burocráticos que dificultan todo. Que esa persona pueda empezar, desde mayo del año anterior, a preparar la candidatura española, contando con el presupuesto disponible de antemano simplemente para poder amoldarse a los recursos que tenga. Que pueda trabajar tranquilamente en el Festival de Eurovisión, centrándose exclusivamente en ello (como hacen Björkman en Suecia o Grassi en Francia), y rodeándose de un equipo competente, que esté a la altura del Festival. Como producto estrella de la cadena que es, el Festival exige de una preparación anual, estable, con una metodología consolidada progresivamente. Los vaivenes dificultan los buenos resultados, y es imprescindible libertad y estabilidad para alcanzar los objetivos. Y, sobre todo, algo muy importante: transparencia. Sobre los procesos de selección no puede recaer la duda, y tienen que ser justos y claros para todas las partes implicadas.

Esta burocracia en muchos casos premia al “amiguismo”, en el que salen beneficiadas las productoras de “confianza” de la corporación. Porque sí, todos sabemos a qué dos productoras me refiero: la que organiza lo de las caras sonantes y la de a tomar viento. Pues, precisamente, yo las mandaba a tomar viento. Habrá alguno que diga que no, que los de las caras son muy buenos, que con ellos nos fue muy bien a principios de siglo… y yo les recordaría sus dos grandes éxitos en el Festival: la preselección del 2011 y la actuación del 2015. Lo primero tiene mérito: coger y destrozar el formato de preselección que había triunfado en Alemania es digno de mención. En cambio, lo segundo no tiene tanto mérito: al menos las batamantas estaban de moda.

En cuanto a los del agua y el viento, sus grandes éxitos son el perfecto reflejo de la calidad de su trabajo: en 2014, una sirena; en 2016, recaps en playback; en 2017, “me gusta Eurovisión”. Estos elementos muestran una forma de hacer televisión propia de los años de Aznar en el poder, que se ha quedado estancada ahí, y a la que solo le falta la presencia de un desfile de moda para hacer realidad el esperado por muchos Morenofestivalen. Cuando le encargas parte de la preselección a una productora a la que se la suda Eurovisión y no sabe hacer programas de entretenimiento, pues tenemos el resultado que tenemos, especialmente teniendo en cuenta que parte de la producción la ponen ellos, mientras que la otra parte la ponía TVE. La corporación se basta sola para hacer espacios decentes (véase el Eurocasting, producción 100% RTVE), no hace falta llamar a terceros para que chupen del bote haciendo auténticas porquerías de preselecciones.

Todo esto está muy bien, pero ahora vamos a lo importante: los candidatos y sus propuestas. Hay que acabar con ciertos clichés que varios idiotas se han encargado de fomentar. Por ejemplo, que un candidato venga con discográfica es una extraordinaria noticia, no una pésima noticia. Y ocurre lo mismo con un tema que suene en la radio: si suena, es o porque gusta, o porque la discográfica tiene interés en promocionarlo para que tenga éxito (algo habrán visto en él). Ver esto como algo negativo, y luego quejarse de que las canciones de las preselecciones no tienen éxito en el mercado, es bastante absurdo, ¿no? Si queremos que nos voten en Eurovisión, tendremos que tener canciones que gusten al público en general. Y ese es el gran problema de España, puesto que los dos Top 10 que hemos logrado en esta década han sido gracias al jurado, pasando el televoto olímpicamente de nuestras mediocres canciones.

Si queremos evitarnos casos como el de Lucía Pérez, es simple: hay que evitar como sea la selección de artista y tema por separado, porque nos podemos encontrar con un gran intérprete y una pésima canción o viceversa. Es decir, que usar OT como preselección es una cazurrada propia de ineptos, que necesitaría de siete milagros para que saliera bien, sabiendo cómo funciona la industria en España, y cómo funcionó durante la etapa OT-Eurovisión (que sí, que conseguimos tres Top 10, pero… ¿cuántas canciones buenas había en esos festivales? ¿Dos? ¿Tres?). Y por eso precisamente, para evitarnos casos como el de Edurne, si se hace un dedazo que sea completo (artista y tema de forma conjunta), no parciales para que luego nos planten un señor truño que no hay Dios que sea capaz de escucharlo, casos como el de Beth en los que un buen tema se destroza cruelmente en vivo y en directo. Hay que buscar conjuntos, no canciones o intérpretes, que luego pasa lo que pasa: llevamos a Pastora Soler… con un truño. Y “es que el vecinismo…”, cuando la realidad es que hizo un buen puesto en el jurado porque ella tiene un chorro de voz, pero quedó horriblemente mal en el televoto porque la canción no gustó. Simple y llanamente las canciones de España no gustan.

En parte, este también es un problema del sector eurofan. TVE se ha amoldado a hacer preselecciones “para los eurofans”, con divas de ventilador, petardadas con galletas sacadas de Caribe Mix, la suecada de turno… porque lo único con lo que nos podemos encontrar en una preselección española es con una retahíla de descartes de otras preselecciones o canciones que no le han podido colocar a artistas buenos, y que se sacan de un cajón, se desempolvan y se plantan a un artista random para una preselección eurovisiva. A Eurovisión hay que ir a competir con hits, canciones que puedan arrasar en listas de ventas. No hay que ir con lo puesto. Por eso, insisto: hay que acabar con todo aquello que apeste a eurofan o a eurovisivo, que solo sirve para apestar la basura.

Y también hay que acabar con la contratación de ese elemento tóxico que es para el Festival cierto comentarista con bigote, que no es capaz de escucharse ni la canción española antes de ir de vacaciones al certamen, y en el mismo es incapaz de hacer unos buenos comentarios. Si queremos que Eurovisión ofrezca una apariencia de modernidad, no podemos poner a un señor de 75 años, que no tiene ningún tipo de ganas y que solo va a pasearse y a disfrutar de unas vacaciones pagadas, al frente de la retransmisión. En RTVE hay grandes profesionales, muchos de ellos expertos en música, que harían un trabajo eficiente y de calidad. Apostemos por ellos. No hace falta fichar a uno de fuera para que vaya a pasearse con su acreditación, o que se bebe frasquitos de gel de baño que le dejan en la cabina de comentaristas.


En resumen: Eurovisión TVE necesita una transición hacia un modelo sostenible en el que prime la búsqueda de una candidatura competitiva año tras año, rompiendo con lo que actualmente tenemos en lo que destacan el cutrerío, la improvisación y el amiguismo. Es hora de apostar de nuevo por Eurovisión.

jueves, 9 de febrero de 2017

Una preselección para los próximos 5 años

Una de las labores de los historiadores es la de localizar los problemas que caracterizan a las sociedades tanto pasadas como presentes, y entender por qué los mismos suceden. También es labor del historiador proponer soluciones perfectamente estructuradas para los citados problemas, en base a un estudio de las posibilidades de cada uno, y siempre en contextualización con su entorno. Es decir, no solo hay que decir que a unos les va bien y a otros, en cambio, les va mal. Hay que explicar por qué a unos les va bien, y a otros les va mal. Por eso, este formato de preselección pretende resolver todos los males endémicos de España, adaptando aquello que nos pueda servir de otras preselecciones, y generando puntos atractivos que le permitan a España remontar el vuelo en el Festival de Eurovisión. Y es que tras las declaraciones de Toñi Prieto en el pasado Spain Calling, queda claro que ella no sabe de qué va esto. Y como ella no lo sabe, vamos a explicárselo.

Señora Prieto: le dejo aquí un formato de preselección para los próximos cinco años. No hace falta tocar nada. No hay que ir cambiando cosas año tras año. No. Le dejo todo bien preparado y cocinado. Es más, se lo dejo gratis. Para usted entero. Bueno, para usted no: para el equipo delegado para llevar a cabo el mencionado proyecto. Usted siéntese y disfrute, sueñe con Eurovisión. Dejémonos de tonterías, que ya es hora de ganar Eurovisión de una vez.

Esta preselección está diseñada para ser desarrollada en cinco años porque, como bien nos ha enseñado la Historia, los cambios ofrecen resultados en un plazo mínimo de cinco años. Por eso, y para empezar a renovar la imagen de Eurovisión en España, para volver a luchar por puestos altos, hay que sentar una base para terminar de despegar. No, yo no tengo la fórmula para ganar Eurovisión: nadie la tiene. Pero sí que tengo la fórmula para poder luchar por Eurovisión: el trabajo. Y un trabajo continuado, además. Por ello, planteo esta preselección basándome en los siguientes cinco pilares:
  • Planificación: ¿qué hace falta para tener buenos temas en una preselección? Tiempo para crearlos, y una plataforma lo suficientemente interesante para que puedan usarla a la hora de promocionar esos temas. Y eso, evidentemente, es responsabilidad directa de la televisión pública. Lo primero tiene fácil solución, ya que basta con anunciar todas las fechas con el suficiente tiempo. Y lo segundo, pues también, ya que simplemente hace falta echarle ganas y planificar un espectáculo televisivo, y no un esperpento que no atraería ni a gente sin ojos ni oídos.
  • Rentabilidad: cuando hablamos de rentabilidad, no solo hablamos de rentabilidad para la televisión pública. Al buscar que el Festival de Eurovisión sea un complemento a la preselección, y no al revés (o un “mero trámite”), queremos focalizar todos nuestros esfuerzos en lograr una serie de candidaturas que sean totalmente competitivas y, si es posible, de estilos diversos. El idioma y el cantante son lo de menos: cuando un tema es un hit, triunfa. Además, unido a esto, buscamos un formato que resulte atractivo tanto televisivamente como para atraer a potenciales patrocinadores que financien parcialmente el evento (caso que no es único en Europa, que seguro que todos tenemos en mente casos como el de Malta). Y todo va, en consecuencia, unido: un mejor show atrae a mejores temas, atrayendo mayor repercusión y, finalmente, mayor beneficio económico.
  • Obtención de resultados: generalmente, hay dos formas de conseguir resultados. La primera, evidentemente es por pura suerte; la segunda, en cambio, es mediante el trabajo. Con esta propuesta apostamos por esta última fórmula, buscando un formato de selección que base su éxito en candidaturas perfectamente trabajadas y terminadas, que plasmen en escena una actuación pensada para llevar a Eurovisión sin apenas modificaciones. Si los pasos se dan en la buena dirección, los resultados terminarán llegando solos, y por tanto España volverá a los puestos de honor en los que lleva más de una década sin estar.
  • Éxito: el único y principal objetivo de este formato es lograr el éxito. Éxito en Eurovisión, en materia de resultados; pero también éxito musical, en forma de números uno en las listas de ventas. Conseguir canciones que suenen en el panorama musical español, y trasladarlas al panorama musical europeo, es la fórmula a seguir para poder conseguir temas que gusten en el Festival. ¿Por qué? Porque todas las canciones que toman parte en las preselecciones de los países nórdicos copan los primeros puestos de las listas de ventas de sus respectivos países y, además, las ganadoras de estos países, tras tomar parte en Eurovisión, también se colocan en las listas de ventas de gran parte de los participantes en el certamen.
  • Estabilidad: con este plan a cinco años se busca no estar mareando a artistas, discográficas, productores y compositores con cambios de formato, teniendo unas reglas claras y disponibles desde el primer día, prácticamente inmodificables durante los cinco años. La idea es tener un quinquenio con unas reglas fijas, y las posibles grandes modificaciones en el formato cada cinco años, suficientes para ir adaptándolo a los cambios en Eurovisión. Eso sí, nunca se puede cerrar el formato a ligeras modificaciones que permitan mejorarlo anualmente.

Y, ahora bien, conocidas las bases, vamos con el desarrollo. ¿Qué hace falta para atraer a la audiencia? De momento, una sola gala. Esto no es “caballo grande, ande o no ande”, y posiblemente acabaría como aquel bochornoso Eurovisión 2009: El retorno. Por tanto, una única gala estaría bien. ¿En un plató o en un recinto mayor? Yo apuesto por lo segundo. Y aunque a Toñi le parezca mal un teatro porque tiene “un aforo limitado y condiciona mucho el escenario”, yo creo que es una solución brillante. Es más, tengo el sitio adecuado: el Teatro Real. En 2014 la preselección noruega llevó a cabo sus semifinales en el Folketeatret de Oslo, con unas características que recuerdan al Teatro Real. Y la verdad es que lució bastante bien… ¿o no? Porque no es lo mismo actuar en el emblemático Teatro Real que en un cutreplató alquilado en Leganés.

Cinco años es un periodo en el que se debe asentar esta preselección, y por tanto los cambios tienen que ser, o bien inexistentes, o muy sutiles. Eurovisión es un festival vivo, sí; pero no cambia sus normas de una edición a otra, sino que lo hace muy de vez en cuando. ABBA ganó el Melodifestivalen en 1974, Eurovisión ha cambiado desde entonces, y el Melodifestivalen ha sabido adaptarse año tras año; Televisión Española, en cambio, no ha sabido hacerlo. Y ya es hora de que lo haga. Por tanto, una parte clave en este proceso de preselección la jugará el apartado televisivo y social, que a día de hoy caracteriza al Festival de Eurovisión.

¿Cómo lograremos esto? De la misma manera que lo hacen los nórdicos: generando expectación de forma escalonada. Por tanto, es normal presentar las bases del concurso y los plazos de recepción de candidaturas en junio, las fechas de la final en septiembre, los finalistas en diciembre y los temas en enero. Con ello conseguimos que la atención en Eurovisión sea de 365 días al año, esos que Toñi Prieto se pasa pensando en el Festival. Y con ello generamos un evento transversal: potenciamos la ya muy explotada faceta de las redes sociales, complementándolo con un show de presentación de artistas a través de La 2, así como la publicación de los temas en la web de la corporación. Buscamos visibilidad, repercusión e implicar a toda la corporación en el evento estrella de la misma: el Festival de Eurovisión.

De hecho, ahora mismo te estarás preguntando que cómo voy a implicar a toda la corporación si me he olvidado de la radio. Y también, que qué narices hago hablando de la parte televisiva cuando lo importante es la parte musical. Tranquilo, que ahí quería llegar, puesto que esta preselección va a tener dos fases, y una de ellas tiene que ver directamente con el apartado radiofónico de RTVE. Ahora sí que sí entramos en el aspecto puramente musical de la preselección: el desarrollo de la misma. Una preselección que, como acabo de decir, tendrá dos fases, que pasamos a explicar a continuación:
  • En la primera, cualquier artista que no haya lanzado ningún disco al mercado y que tenga una canción válida e inédita (no puede haber sido publicada antes en ninguna vía, ni total ni parcialmente, ni comercial ni gratuitamente) de entre 2:25 y 3 minutos de duración, podrá enviar su candidatura entre las 12h del 1 de septiembre y las 23h59 del 14 de septiembre, a través de un formulario disponible en la web oficial. Evidentemente, esta fase y sus fechas serían anunciadas (las tomadas en este caso serían las del primer año), como muy tarde, el 30 de junio. Un jurado compuesto por expertos de Radio 3 sería el encargado de seleccionar los 10 temas que pasarían a la siguiente ronda, siendo presentados en un programa especial en la citada emisora, sobre el 10 de octubre. Desde ese mismo día al término del programa, y hasta las 12h del 17 de octubre se podrá votar a través tanto de la web oficial como de la App de Eurovisión RTVE. Los cuatro temas más votados pasarían a la última ronda, celebrada el 16 de noviembre, y emitida en streaming tanto por la web como por televisiones inteligentes. Visto el éxito de la gala del Eurocasting, sería de justicia que esta misma gala la llevaran a cabo los pericaris, que demostraron la capacidad suficiente para organizar una gala efectiva y dinámica. El ganador se escogería mediante votos por la web y la App, y sería el primero de los participantes en la final nacional.
  • En la segunda fase, todo aquel artista con al menos un tema en el mercado podrá tomar parte de la misma. Para ello hay dos opciones: una, abierta (participando de la misma forma que en la primera fase, pero rellenando el formulario destinado a los artistas con un disco de mercado); y la otra, cerrada (la cadena invitará a artistas consagrados y compositores de nivel -absténganse Santanas y Antonios Juanes- para tomar parte en la preselección, con temas igualmente inéditos). De esta fase saldrán entre 7 y 11 temas, en función de la calidad de los mismos. Será un jurado independiente, compuesto por profesionales del mundo de la música sin relación directa con los posibles participantes, el encargado de seleccionar los temas que accederán directamente a la final nacional.

Una vez seleccionados y presentados los temas, es hora de irnos a la gala final, que perfectamente podría ser la primera o la segunda semana de febrero, en sábado. ¿Y por qué en sábado? Ya es hora de asociar directamente preselección con Eurovisión, y quitar la imagen del “mero trámite”. El sábado tiene que ser el día del entretenimiento musical y televisivo, como lo es en Suecia, en Finlandia, en Dinamarca, en Noruega... y también en Ucrania y Hungría, por ejemplo. Y todas ellas son preselecciones asentadas, no experimentos fruto de la mal llamada innovación de cada año. Y tiene que ser una gala caracterizada por el entretenimiento y la música, no por los familiares o las sorpresas. Será que "los eurofans" vemos muy fácil hacer una gala dinámica, con una actuación inicial protagonizada por el representante del año anterior, seguido de la introducción del presentador, así como de la sucesión de las diversas actuaciones. Será que es muy complicado quitar al jurado de plató, que aporta menos que los violines en la actuación de Jorge González en MQVAE, y dejar la parte correspondiente en manos de un jurado, o bien mezcla de internacional y nacional (sí, como en el Melodifestivalen, ese que es imposible hacer aquí), o bien puramente nacional y profesional pero que en ningún momento haga acto de presencia en el escenario. Y esta decisión, como en Eurovisión, supondría el 50% del resultado, siendo lógicamente el otro 50% para el televoto (y no el 40% como en Objetivo Eurovisión 2016).

Supongo que también será medianamente complicado traer a algún artista medianamente conocido para que cante una canción y, de paso, se promocione un poco. Si en el Eurocasting estuvieron las Azúcar Moreno... ¿por qué en Objetivo Eurovisión tuvimos que ver un medley en playback de candidatos eurovisivos a los que no conocían ni en su casa? Eso en el Melodifestivalen se puede hacer, porque allí los conocen; aquí, si se pretende hacer audiencia, no.

Como también será complicado tener un grafismo sencillo, en el que aparezca en primer término el nombre de la canción, en segundo el del artista, y por último el nombre de los compositores del tema. Hay que cuidar hasta el mínimo detalle para que sea un programa de entretenimiento impecable, y no el cutrerío que nos tenemos que tragar todos los años. Esa es la diferencia entre el Melodifestivalen y lo que hacemos en España: ellos cuidan su producto; nosotros, lo maltratamos.


El éxito de una preselección está en los detalles y en el cuidado de los mismos. Centrar una preselección en la búsqueda de candidaturas redondas tiene que ser el objetivo principal, y no el contentar a unos u a otros, eurofans incluidos. Es muy fácil entender el fracaso de España en Eurovisión (las candidaturas españolas son muy mediocres). Y es muy fácil entender la escasa audiencia de las diversas preselecciones (son infumables), con contadas excepciones (derivadas de la polémica -John Cobra- o fenómenos de masas -Chikilicuatre-). Eurovisión tiene que ser tomado como lo que es: el formato estrella de Televisión Española. Y como producto estrella, tiene que ser cuidado hasta el más mínimo detalle. Es hora de cambiar. Es hora de volver a posicionar a España en el mapa de potenciales ganadores de Eurovisión.

jueves, 2 de febrero de 2017

Carta abierta a Antonia y Federico


Estimada señora Prieto, estimado señor Llano:
me dirijo a ustedes, aunque sé de sobra que no piensan leer esta carta, para comunicarles mi malestar. Bueno, el mío y el de cientos de eurofans, ante lo que se nos viene encima. Y es que ustedes se han superado, y no precisamente en el buen sentido.

Terminamos la temporada 2015/16 con una mezcla de cabreo y tristeza. De hecho, muchos de nosotros nos movilizamos en Twitter, y pedimos que abandonaran sus responsabilidades al frente de la candidatura española en el Festival de Eurovisión. Aunque parezca lo contrario, no tenemos nada en contra suya. Ustedes son muy buenos en sus respectivos campos, pero de Eurovisión no saben nada. Posiblemente sepan lo mismo de Eurovisión que de la caza del caracol crimeano. Y por eso es hora de un cambio, y ustedes forman parte del mismo. Muchos seguimos pensando en febrero de 2017 lo mismo que pensábamos en mayo de 2016: el equipo de Eurovisión tiene que ser cambiado completamente, y ustedes no tienen que formar parte del mismo. Tan simple como lógico.

Llegó septiembre, y nosotros lo cogimos con ilusión: parecía que con la llegada de Toni Sevilla y Ana María Bordas las cosas cambiarían. De hecho, incluso se reunieron con eurofans, lo que evidentemente nos pareció positivo. ¡Y anunciaron relativamente pronto sus plantes para este año! Parecía que algo estaba cambiando... hasta que nos topamos con la realidad, esa que nos devolvió al apartado terrenal del que nunca debimos salir. Nos ilusionamos, y de nuevo nos volvimos a caer. Pero en este caso la culpa no es suya: ya han hecho lo mismo otras veces. La culpa es exclusivamente nuestra, por darles un voto de confianza. Por creer que "todo va a cambiar". Porque claro, señora Prieto: si es que ustedes no tienen la culpa de los fracasos de España...

Que no, que no hay que cambiar algoritmos: hay que cambiarles a ustedes. Y a sus superiores. A los que hagan falta. Esta situación es insostenible, y no hablo ya como eurofan, sino como ciudadano responsable: es intolerable que dinero público se despilfarre de esta manera. Las cosas, o se hacen bien, o no se hacen. Si se hacen bien, la respuesta es sencilla: se consiguen cosas; en cambio, si se hacen mal... pues ya conocemos esa respuesta (ejem segundo bottom consecutivo para España ejem). Si cuando un equipo de fútbol va mal lo primero que se hace es cambiar al entrenador y vender a los jugadores que no rinden como debieran, en Eurovisión tiene que suceder lo mismo. Por tanto, me hago una doble pregunta: ¿por qué siguen ustedes, si está bastante claro que no sirven? ¿Por qué vuelven a confiar ciegamente en Viento y Agua para producir algo que, evidentemente, se le queda grande?

Dicen que un Melodifestivalen en España es caro porque Eurovisión no tiene suficiente seguimiento y eso no se puede hacer. El UMK, preselección de Finlandia, iba por la segunda cadena. Les recomiendo que le echen un ojo... ah, no, si el señor Llano estuvo allí y lo vivió en primera persona. ¿No se le cae la cara de vergüenza al ver la bochornosa preselección que nuevamente nos espera? Porque claro, esta maravillosa preselección con "limitaciones técnicas", lamentable para una de las tres televisiones europeas con mayor presupuesto, es "un mero trámite" para Eurovisión. ¿Pero ustedes saben lo que es Eurovisión? ¿O acaso se quedaron en los tiempos de Mocedades, grupo que actualmente ostenta la mayor marca de puntos para España?

El amiguismo que impregna esta paripré echa para atrás. ¿De verdad lo mejor que les ha llegado está una canción de una cabeza que baila en una fiesta? ¿De verdad consideran que lo que lleva Mario Jefferson se puede llamar "canción" y no "ruido aleatorio"? Que no me creo que eso sea lo mejor que hayan mandado a Televisión Española. ¿O a lo mejor tiene algo que ver con "amigos de" o "euros que vienen de"? Solo pregunto, eh. Yo ni acuso, ni afirmo. Como también pregunto que, si buscaban jóvenes talentos, por qué Maika está seleccionada de forma interna. O por qué no hay, nuevamente, ningún grupo entre los elegidos. ¿También tiene que ver con las "limitaciones técnicas"?

Sigo preguntando: ¿no les da vergüenza que una gala emitida en streaming sea infinitamente mejor que la que ustedes organizaron en 2016? Y sí, hablo de la gala del Eurocasting, que sí que estuvo a la altura de lo que se pedía. ¿Por qué siguen poniendo en plató un jurado que no pinta absolutamente nada ahí, y cuyas valoraciones sirven para lo mismo que un cero a la izquierda? ¿Y lo de los recaps en playback? ¿En serio? Será cosa de las "limitaciones técnicas", qué le vamos a hacer. Pero... un momento... ¿no iba a ser "una preselección digna del mejor Eurovisión de la Historia"? O eso ha dicho el presentador de la gala. Si el mejor Eurovisión de la Historia es, para ustedes, Viena 2015, entonces sí que tiene pinta de que va a estar a la altura.

Seguramente me deje muchas cosas, pero todas las que me dejo se resumen en una idea: pongan a gente que sepa del tema y tenga ganas al frente del Festival de Eurovisión, y ustedes dedíquense a eso de lo que son expertos. Si es que por mucho que algunos se dediquen a dar palmas, otros vamos a seguir pidiendo que pongan a gente competente en la materia. A sí que, o cómprense unos buenos tapones para no escucharnos (y unas gafas opacas para no ver nuestros comentarios), o deleguen en gente que sí sepa devolver a España a los puestos altos del Festival, apostando por la calidad y la continuidad en cuanto a formato de elección de nuestra candidatura. Nosotros queremos ir a Eurovisión con la cabeza bien alta. ¿Y ustedes?

viernes, 30 de diciembre de 2016

Un nuevo comienzo


Desde hace bastante tiempo, la idea de crear una nueva asociación de eurofans lleva dando vuelvas por mi cabeza (aunque el mentor de la idea, que conste, no soy yo). Ya hicimos un vago intento hace unos años cuando pusimos en marcha la cuenta de AET, si bien como sabéis de sobra fue un absoluto fracaso: al final se convirtió en una cuenta absolutamente absurda que no tenía nada que ver con la idea primaria. Pero en este caso es diferente. Creo que 2017 es un buen año para iniciar una nueva aventura, y espero poder convenceros, con este post, de que participéis de la idea.

Partamos de la siguiente base: no me gusta OGAE España ni me gusta AEV. Creo que no es necesario comentar los motivos por los que no me gusta "el club de fans oficial de Eurovisión" (motivo 1, motivo 2, motivo 3...), y en contra de AEV no tengo nada en particular, pero creo que se han quedado en un terreno de un "quiero y no puedo" entre pretender ser OGAE y pretender ser algo distinto, y no me terminan de convencer. Los tiempos han cambiado, Eurovisión ahora es algo completamente distinto a lo que era hace 10 años, y estas dos organizaciones (una especialmente) no han sabido adaptarse totalmente al nuevo rumbo del Festival. Por eso quiero hacer algo distinto.

Muchos eurofans estamos en tierra de nadie. No nos sentimos representados por estas dos organizaciones, principalmente porque vemos el Festival de forma distinta. No queremos que nos representen los personalismos. Y todos sabemos que, muchos de los eurofans que están en una u otra organización, lo están exclusivamente por los packs de entradas. ¿De verdad hay que estar orgullosos de estar en una asociación de ese estilo? ¿Dónde quedó la interacción? ¿Dónde quedó el debate de ideas? ¿Dónde quedó el entretenimiento que caracteriza al Festival de Eurovisión?

Nuestra idea (porque no es mía, sino de todos los que queráis participar en la misma) se cimenta en 10 puntos básicos que puedes consultar aquí, pero quiero conocer tu opinión. Por ello, al final de esta entrada dejo un enlace a una encuesta de Google, totalmente anónima, en la que hay una serie de preguntas sobre cómo sería esta futura asociación de eurofans. Se tarda dos minutos en hacerla (salvo una pequeña pregunta final en la que hay libertad absoluta para responder, solamente si quieres). Por favor, si lo único que quieres es trollear, te pido que no malgastes esos dos minutos en entrar en la encuesta: no hace gracia.

Acabo dándote las gracias por leer esta entrada, por interesarte en la idea y, si la has rellenado, por rellenar la encuesta. En caso de que tengas cualquier duda o consulta, puedes ponerte en contacto conmigo a través de Twitter (@aetuiter).

Para acceder a la encuesta, pulsa aquí.