domingo, 7 de mayo de 2017

La Transición eurovisiva



Los historiadores hablamos de "transición" cuando nos referimos a un proceso que, durante un periodo indeterminado de tiempo, lleva a profundos cambios en un sistema caduco para su adaptación a los nuevos tiempos. Normalmente, estos cambios son consecuencia del agotamiento de un sistema establecido, que a pesar de sus reformas no es capaz de seguir sobreviviendo ya que está condenado a su muerte, y ve en la transición un modelo para, sin romper con el pasado, poder evolucionar a algo contemporáneo.

Llegado a este punto, alguno se preguntará qué narices tiene que ver esto con Eurovisión y TVE. Pues mucho porque, voluntariamente o no, Televisión Española ha iniciado una transición en el apartado eurovisivo. Una transición forzada por las circunstancias, en las que ya ha habido "bajas", pero que tiene un riesgo: puede ser insuficiente. Para que la transición eurovisiva sea efectiva se tienen que derrumbar progresivamente unos pilares, para que otros sean los que sustituyan de manera efectiva a los hasta ahora presentes; si no, más que una transición será una simple renovación, y continuaremos en las mismas que hasta ahora.

El primer paso está dado: poner al frente de la delegación a una persona que cumpla un rol temporal, encargándose de hacer una reforma en profundidad de Eurovisión TVE. Dado este paso, ahora es el turno de iniciar una serie de cambios continuados pero drásticos dentro de su campo que ayuden a que España recupere la senda de los éxitos en el aclamado certamen de entretenimiento. Y yo lo primero que haría lo tengo bastante claro…

Porque hay una cosa que están haciendo muy bien en el fútbol: echar a los ultras. Pues en Eurovisión hay que hacer lo mismo: quitarle cualquier privilegio a la gente de AEV y de OGAE España. ¿Qué es eso de tener prioridad sobre el resto de eurofans? Ni acreditaciones de fans (que tendrían que salir a concurso entre cualquier fan que vaya a ver el festival), ni entradas para las preselecciones, ni otro tipo de favorcitos que todos imaginamos (ejem canciones compuestas por el presidente de cierto club de fans que se cuelan dentro de la pre con calzador a pesar de que se dijo que solo podían ser elegidos internamente artistas con discográfica ejem). Y, evidentemente, tal y como ha hecho Ana María Bordas, nada de acreditaciones de prensa para fans, ni para chorriblogs que publican cuatro noticias de mierda y automáticamente piden acreditación, ni webs que tienen cuatro visitas y que solo se crean para poder conseguir una acreditación de Eurovisión, no por informar. Exigir unos mínimos, nada de barra libre. Y si se tienen que cabrear los cuatro eurofans rancios de turno, que se cabreen, pero hay que acabar con la toxicidad eurofan que contamina las candidaturas españolas.

El mamoneo con los compositores de segunda (o de tercera, o de cuarta…) que se presentan a las preselecciones eurovisivas se tiene que acabar. Yo, directamente, me negaría a coger canciones de señores de Albacete (provincia de Suecia) que todos conocemos, de compositores españoles de segunda regional que no tienen vida más allá de Eurovisión, y de personajes que se creen compositores pero que lo único que hacen es poner palabras aleatorias en un documento de Word. No necesitamos sus composiciones propias del Caribe Mix 27 a.C. que no han podido colarle ni al primer eliminado del casting de Operación Triunfo 2006. Que se las queden en su casa, que no las necesitamos en el Festival de Eurovisión. Especialmente porque han demostrado que solo saben colarnos descartes o composiciones de una calidad muy dudosa. Porque si vamos a ganar o, aunque sea, a quedar medianamente bien, tenemos que ir con cañones, no con pistolas de agua que ni siquiera funcionan. Y para eso tienen que ser composiciones contemporáneas elaboradas con tiempo, no pinos plantados en el señor Roca.

Que la excusa para no hacer previo sea que Eurovisión “hace audiencia por sí solo” suena a un insulto a la inteligencia. Especialmente porque los datos están ahí: Eurovisión ha perdido, en 15 años, 50’6 puntos de audiencia y 8.263.000 espectadores. Alguno dirá que es una comparativa tramposa por las peculiaridades del año de Rosa. Vale, compro el argumento y voy a la comparativa fácil: 2015 Vs. 2016. En un año en el que en toda Europa (salvo en el Reino Unido) subía la audiencia de Eurovisión… ¿qué pasó en España? Batacazo: 9,5 puntos menos, y pérdida de 1.466.000 espectadores. Es lo que pasa cuando las expectativas son nulas y la promoción es escasa en una Televisión Española en horas bajas. ¿Y qué decide hacer la televisión pública? Relegar a su certamen estrella a un segundo plano, mientras que la RAI, televisión de un país al que se la trae al pairo completamente el Festival de Eurovisión como es Italia, decide hacer previas de dos horas antes de… ¡las semifinales! Evidentemente, es que el Mutua Madrid Open es muy importante, La 2 no existe, hay que potenciar la web… y más tonterías que nos encontraremos de aquí al sábado 13.

TVE vive en un mundo paralelo en el que maltratar al programa de entretenimiento que más audiencia le da es una buena idea. En el que no se pueden hacer preselecciones de calidad porque “primero la gente tiene que ver las mierdas estas que hacemos para poder hacer algo bueno”. Por hacer el símil fácil: trabajas durante toda tu vida y ahorras para comprarte un Ferrari. Y ahora que puedes comprártelo, te compras un SEAT, que encima dejas en el garaje porque “lo mismo alguien lo roba”. Y tu vecino, el pobre que solo puede permitirse un Dacia porque casi no llega a fin de mes, se lo compra y lo luce orgulloso, porque además gusta bastante en el barrio. Y queda con el vecino que tiene un Ferrari, con el que tiene un Volvo y con el que tiene un Porsche, mientras que tú te quedas en tu casa, cada vez más solo, porque ni quieres enseñar tu coche, ni quieres comprarte uno mejor, aunque puedas. Pues así funciona Eurovisión en España: TVE es la vecina tonta, que sigue pensando que es guay cuando en realidad es una marginada a la que nadie quiere.

¿Y qué decir de la hasta ahora responsable del Festival de Eurovisión en España? Toñi Prieto será auténtica, verdad, fresca en la vida y todo lo que ella quiera, pero hay una verdad irrefutable: Antonia no tiene ni idea de qué es Eurovisión. Ella sigue en los tiempos de la OTI, en los que Francisco (al que tantearon para Destino Eurovisión 2011) era “chachi pistachi”, en los que José Luis Moreno era el mejor productor de galas musicales de este país, y en los que H&S y Garnier se forraban de la caspa que había en los platós de Televisión Española. Una Toñi Prieto que piensa en “Sábado sensacional” como modelo de gala musical perfecta, y no en las enormes producciones televisivas que se realizan en toda Europa. Una Toñi Prieto que cree que “entretenimiento de calidad” es el infumable concurso “Jugando con las estrellas”, el programa de 1990 presentado por Javier Cárdenas “Hora Punta”, o el que posiblemente sea el mejor programa de la Historia de España: “El pueblo más divertido”. Una Toñi Prieto que piensa que Europa no nos vota “porque no tenemos vecinos”, cuando Australia, que tiene menos vecinos incluso, ha conseguido dos Top 5 consecutivos en sus dos primeras participaciones. Una Toñi Prieto que se excusa en la falta de presupuesto, cuando países con menos presupuesto como Bulgaria llevan infinitamente mayor calidad que nosotros.

No, señores, no: austeridad no implica cutrerío. Algo austero puede ser decente, siempre y cuando sea de calidad. Todas y cada una de las producciones eurovisivas que han estado a cargo de Toñi Prieto han sido cutres y han brillado por la ausencia de grandes temas. Y, justamente, cuando apareció uno bueno, el ciclón Chikilicuatre le pasó por encima. Toñi, si de verdad usted es “auténtica y verdad”, sea honesta consigo misma y delegue en alguien que realmente sepa de qué va esto, que tenga ganas de trabajar todo el año en esto, y que quiera hacer muy bien su trabajo. Usted no vale, punto. No hay mayor discusión posible.

Pero esto no tiene que ser un cambio de cromos, porque en Televisión Española hay otro gran problema, que se extiende más allá del Festival de Eurovisión: la burocracia interna. ¿De qué sirve tener a gente con ganas de hacerlo bien si luego se le pone el mínimo obstáculo que impide que desarrolle adecuadamente su trabajo? Se me vienen a la mente dos ejemplos: el primero, el del famoso “eslabón que lo complica todo” al que hacía mención Barei; por otro, a algo que contó César Vallejo en EuroMag: Aminata iba a venir a actuar a la gala del Eurocasting, y todo se truncó en el último momento por un trámite interno. ¡Es absurdo!

Si queremos que el vuelo de las candidaturas españolas cambie hacia arriba, y deje de caer en picado, se tiene que designar a una persona que pueda disponer de plenos poderes para hacer y deshacer a su antojo, reduciendo a la mínima expresión los absurdos trámites burocráticos que dificultan todo. Que esa persona pueda empezar, desde mayo del año anterior, a preparar la candidatura española, contando con el presupuesto disponible de antemano simplemente para poder amoldarse a los recursos que tenga. Que pueda trabajar tranquilamente en el Festival de Eurovisión, centrándose exclusivamente en ello (como hacen Björkman en Suecia o Grassi en Francia), y rodeándose de un equipo competente, que esté a la altura del Festival. Como producto estrella de la cadena que es, el Festival exige de una preparación anual, estable, con una metodología consolidada progresivamente. Los vaivenes dificultan los buenos resultados, y es imprescindible libertad y estabilidad para alcanzar los objetivos. Y, sobre todo, algo muy importante: transparencia. Sobre los procesos de selección no puede recaer la duda, y tienen que ser justos y claros para todas las partes implicadas.

Esta burocracia en muchos casos premia al “amiguismo”, en el que salen beneficiadas las productoras de “confianza” de la corporación. Porque sí, todos sabemos a qué dos productoras me refiero: la que organiza lo de las caras sonantes y la de a tomar viento. Pues, precisamente, yo las mandaba a tomar viento. Habrá alguno que diga que no, que los de las caras son muy buenos, que con ellos nos fue muy bien a principios de siglo… y yo les recordaría sus dos grandes éxitos en el Festival: la preselección del 2011 y la actuación del 2015. Lo primero tiene mérito: coger y destrozar el formato de preselección que había triunfado en Alemania es digno de mención. En cambio, lo segundo no tiene tanto mérito: al menos las batamantas estaban de moda.

En cuanto a los del agua y el viento, sus grandes éxitos son el perfecto reflejo de la calidad de su trabajo: en 2014, una sirena; en 2016, recaps en playback; en 2017, “me gusta Eurovisión”. Estos elementos muestran una forma de hacer televisión propia de los años de Aznar en el poder, que se ha quedado estancada ahí, y a la que solo le falta la presencia de un desfile de moda para hacer realidad el esperado por muchos Morenofestivalen. Cuando le encargas parte de la preselección a una productora a la que se la suda Eurovisión y no sabe hacer programas de entretenimiento, pues tenemos el resultado que tenemos, especialmente teniendo en cuenta que parte de la producción la ponen ellos, mientras que la otra parte la ponía TVE. La corporación se basta sola para hacer espacios decentes (véase el Eurocasting, producción 100% RTVE), no hace falta llamar a terceros para que chupen del bote haciendo auténticas porquerías de preselecciones.

Todo esto está muy bien, pero ahora vamos a lo importante: los candidatos y sus propuestas. Hay que acabar con ciertos clichés que varios idiotas se han encargado de fomentar. Por ejemplo, que un candidato venga con discográfica es una extraordinaria noticia, no una pésima noticia. Y ocurre lo mismo con un tema que suene en la radio: si suena, es o porque gusta, o porque la discográfica tiene interés en promocionarlo para que tenga éxito (algo habrán visto en él). Ver esto como algo negativo, y luego quejarse de que las canciones de las preselecciones no tienen éxito en el mercado, es bastante absurdo, ¿no? Si queremos que nos voten en Eurovisión, tendremos que tener canciones que gusten al público en general. Y ese es el gran problema de España, puesto que los dos Top 10 que hemos logrado en esta década han sido gracias al jurado, pasando el televoto olímpicamente de nuestras mediocres canciones.

Si queremos evitarnos casos como el de Lucía Pérez, es simple: hay que evitar como sea la selección de artista y tema por separado, porque nos podemos encontrar con un gran intérprete y una pésima canción o viceversa. Es decir, que usar OT como preselección es una cazurrada propia de ineptos, que necesitaría de siete milagros para que saliera bien, sabiendo cómo funciona la industria en España, y cómo funcionó durante la etapa OT-Eurovisión (que sí, que conseguimos tres Top 10, pero… ¿cuántas canciones buenas había en esos festivales? ¿Dos? ¿Tres?). Y por eso precisamente, para evitarnos casos como el de Edurne, si se hace un dedazo que sea completo (artista y tema de forma conjunta), no parciales para que luego nos planten un señor truño que no hay Dios que sea capaz de escucharlo, casos como el de Beth en los que un buen tema se destroza cruelmente en vivo y en directo. Hay que buscar conjuntos, no canciones o intérpretes, que luego pasa lo que pasa: llevamos a Pastora Soler… con un truño. Y “es que el vecinismo…”, cuando la realidad es que hizo un buen puesto en el jurado porque ella tiene un chorro de voz, pero quedó horriblemente mal en el televoto porque la canción no gustó. Simple y llanamente las canciones de España no gustan.

En parte, este también es un problema del sector eurofan. TVE se ha amoldado a hacer preselecciones “para los eurofans”, con divas de ventilador, petardadas con galletas sacadas de Caribe Mix, la suecada de turno… porque lo único con lo que nos podemos encontrar en una preselección española es con una retahíla de descartes de otras preselecciones o canciones que no le han podido colocar a artistas buenos, y que se sacan de un cajón, se desempolvan y se plantan a un artista random para una preselección eurovisiva. A Eurovisión hay que ir a competir con hits, canciones que puedan arrasar en listas de ventas. No hay que ir con lo puesto. Por eso, insisto: hay que acabar con todo aquello que apeste a eurofan o a eurovisivo, que solo sirve para apestar la basura.

Y también hay que acabar con la contratación de ese elemento tóxico que es para el Festival cierto comentarista con bigote, que no es capaz de escucharse ni la canción española antes de ir de vacaciones al certamen, y en el mismo es incapaz de hacer unos buenos comentarios. Si queremos que Eurovisión ofrezca una apariencia de modernidad, no podemos poner a un señor de 75 años, que no tiene ningún tipo de ganas y que solo va a pasearse y a disfrutar de unas vacaciones pagadas, al frente de la retransmisión. En RTVE hay grandes profesionales, muchos de ellos expertos en música, que harían un trabajo eficiente y de calidad. Apostemos por ellos. No hace falta fichar a uno de fuera para que vaya a pasearse con su acreditación, o que se bebe frasquitos de gel de baño que le dejan en la cabina de comentaristas.


En resumen: Eurovisión TVE necesita una transición hacia un modelo sostenible en el que prime la búsqueda de una candidatura competitiva año tras año, rompiendo con lo que actualmente tenemos en lo que destacan el cutrerío, la improvisación y el amiguismo. Es hora de apostar de nuevo por Eurovisión.

No hay comentarios:

Publicar un comentario